Amplia y intensifica sus persistentes denuncias contra las curas magnéticas de Mesmer, y los métodos abiertamente represivos del psiquiatra Heinroth y, sobre todo, contra las teorizaciones y aplicaciones psicoanalíticas de Freud. Curiosamente, muestra clara simpatía por las "desviaciones" misticistas de Jung. Sin negar cierta eficacia a los tratamientos psicoterapéuticos, Szasz arremete, incluso en lenguaje virulento, primero en contra de los procedimientos represivos y, segundo, en contra de las pretensiones "científicas" de cualquier método psicoterapéutico.