No cualquiera puede ser celeste, para eso hay que rifarse como los grandes; no basta con ponerse la camiseta: hay que llevarla siempre con orgullo, en las buenas y en las malas. Para ser cementero se tiene que vivir con la pasión que ha caracterizado a uno de los equipos más grandes de México: el Cruz Azul, ese que es de los que no se doblan, de los que resisten y no se achican, sin importar las condiciones. Contra tres mudanzas de estadio, incontables finales de liga con resultado amargo y constantes críticas llenas de ardor, la Máquina sigue andando. Tal vez el Azul no es el equipo de las grandes victorias, pero es, indiscutiblemente, el de las grandes historias. En estas páginas está el relato de los que trabajan en equipo, de los que nunca se rinden, de los que han caído para demostrar que se necesitan agallas para levantarse. Aquí están las once razones por las que no se puede negar el amor a la camiseta celeste.

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