Sin desconocer las importantes aportaciones de Vasconcelos, Freire, Bello o Jesualdo, entre otros educadores y pedagogos americanos de hablas castellana y portuguesa, en Iberoamérica, en los escasos momentos en que se ha dado, la investigación educativa, los productos por ella arrojados y luego montados en los planes y programas de estudio han tradicionalmente conducido a desconocer nuestra procedencia y a negar nuestros signos, lo que ha anulado nuestros procesos históricos y las matrices de nuestro pensamiento. Por ello, dedicar voluntad, espacio y tiempo a la investigación resulta verdaderamente halagüeño para los generadores de pensamiento y para quienes encuentran a partir de ello la posibilidad de lograr mejores condiciones de desarrollo, de trabajo y de vida, que es desde toda perspectiva, el fin ulterior de la educación.