Los primeros años del siglo xxi se recordarán por la incertidumbre económica general que los acompañó, consecuencia del conjunto de transformaciones que se están produciendo y que, si bien no son del todo sorprendentes, sí lo son por su intensidad y su profundidad. En cierta forma, se puede decir que se está en una nueva etapa de la globalización, caracterizada por la ruptura definitiva de las relaciones económicas en las que se engendró y sin que todavía se vislumbre un futuro claro. Para las economías más desarrolladas, las dudas heredadas por la inestabilidad de sus mercados bursátiles y las crisis financieras en las economías emergentes de los años noventa se han resuelto con una nueva crisis, esta vez con impacto directo sobre su crecimiento, sus mercados de trabajo y sobre las políticas sociales. Las soluciones no son fáciles ya que las innovaciones tecnológicas no se están viendo acompañadas de nuevas formas de organización social.