José Vicente Anaya como poeta fue condenado a la vida, como ser humano fue condenado a la poesía. Así lo manifestó el día en que se conmemoró el vigésimo aniversario de la publicación de Híkuri, y lo dijo ante un público atónito por la presencia de este budista urbano, de este monje citadino, que como poeta anuncia la vida, que como hombre muestra lo que los otros, inmersos en su mismidad, son incapaces de observar: su propia condición humana. En la poesía existen poemas que han roto las fronteras genéricas y que no tienen cabida en las clasificaciones académicas; son pocos, pero son esos golpes los que sacuden a las mentes más "tiesas", así, si la sociedad niega al hombre, Híkuri lo reivindica, si el canon niega a Híkuri los otros, los lectores caminan por Híkuri en pos de la comprensión y la posibilidad de la existencia. José Vicente Anaya cruza los umbrales del canon, y desde la finitud del lenguaje funda un mundo poético de fe y esperanza para una sociedad acostumbrada a la soledad, al desasosiego y al silencio. José Reyes González Flores

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