De las muchas formas en que se ha escrito la historia latinoamericana, la de Leopoldo Lugones debe ser la más literaria. Esta obra le fue encargada por el gobierno para que ilustrara la historia de la República cristiana, como llamaban los jesuitas a lo que él rebautizó como Imperio. Pese a que se trató de un encargo, Lugones no desdeñó ser original. Una de sus intenciones era desmentir la supuesta barbarie de los pobladores nativos de América, y dudar de la nobleza de todas las empresas de los conquistadores. Bien decía de los guaraníes: trabajaban, pero no poseían. El lector podrá encontrar aquí una interpretación personal y significativa del mundo hispánico y su ideario. ¿Qué es lo que fascina al lector de este peculiar texto de uno de los poetas argentinos más importantes? Que representó, pues, una nueva forma de escribir historia: es la inauguración de un género que podríamos calificar, sin temor a equivocarnos, de ensayo histórico, o incluso de historia poética. La calidad de su urdimbre sedujo a Jorge Luis Borges y lo llevó a incluirlo en los libros de su Biblioteca Personal.

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