Nos sentamos a su mes verde. Era hermosa su mesa verde, en realidad era hermosa. Empezamos a comer y beber. Bebimos toda la noche sin parar y hablamos y hablamos. No nos liamos a golpes ni nadie vomitó en el baño. Lucía nos llevó a hablar sobre la muerte, el amor y lo OTRO. Yo a cierta altura de ebriedad reconocí que después de tres o cuatro años se me estaba haciendo un hoyo en el alma por eso que llamamos amor; ese sentimiento ridículo estaba pudriendo mi emoción, mis instintos. ESTABA ENAMORADO DE LUCÍA. A Ciro esa enfermedad del alma sencillamente le pareció normal -es algo a lo que estamos expuestos los animales- dijo casi distraído.

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