"Carecemos de pasado", afirma Hitler, lamentándose de que los arqueólogos de las SS se empeñen en excavar en los bosques de Germania para exhumar tan sólo unas pobres vasijas..., pues el pasado de la raza, el que debe llenar de orgullo a los alemanes, se encuentra en Grecia y Roma. De este modo, se apodera del espacio público una reescritura de la Historia que anexiona el Mediterráneo a la raza nórdica: los discursos del Führer, la arquitectura neorromana, los desnudos neogriegos, el cine y la prensa difunden un mensaje que no se queda confinado en las bibliotecas. A partir de ese momento, los pueblos arios de la Antigüedad pueden servir de inspiración y de modelo: ¿qué mejor ejemplo que Esparta para construir una sociedad y un hombre nuevo?, ¿qué mejor paradigma que Roma para construir un imperio?, ¿qué mejor advertencia que las Guerras Médicas y las Guerras Púnicas, en las que la raza nórdica resistió los embates asiáticos y semíticos? Sócrates fue "el socialdemócrata de la Antigüedad" y San Pablo un "comisario político". El Reich releva ahora a Atenas y a Roma en un combate milenario, en el que ha de enfrentarse a los mismos enemigos y al mismo peligro: la extinción. Y cuando la derrota se muestra irreversible, la Antigüedad griega y romana enseñan también cómo perpetuarse mediante una memoria monumental y heroica, la del mito. Esta obra, que recupera una historia diferente de la Antigüedad, nos conduce al corazón mismo del proyecto nazi, cuyo objetivo no es dominar sólo el presente y el futuro, sino también un pasado reescrito e instrumentalizado.