El 30 de noviembre de 1680 entran los nuevos virreyes en la Ciudad de México, pasando por debajo del arco triunfal que Sor Juana Inés de la Cruz, desde su claustro, había ideado para la ocasión. El presente texto, producido poco después de esa fiesta, no sólo ilumina las alegorías visuales del arco, sino que se inscribe en la tradición humanística de "educación de príncipes". Ante las limitaciones sociopolíticas de su época, Sor Juana se manifiesta como una escritora de enorme ingenio y como una lectora extraordinariamente culta, íntimamente familiarizada con las tradiciones bíblica y grecolatina.

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