En algún momento del pasado remoto, la humanidad dejó atrás la vida nómada y la recolección. Al surgir el sedentarismo, comenzó la civilización en sentido literal; sin embargo, el surgimiento de las ciudades no implicó de manera inmediata el tránsito de la prehistoria matriarcal a la historia patriarcal: más bien, contamos con muchos indicios que nos permiten suponer la supervivencia del matriarcado, aunque esa forma de organización social se hallara herida de muerte. No es posible determinar la manera en que ocurrió la transformación capital, pero sí es dable imaginar, como hiciera Robert Graves en sus poemas y en La diosa blanca, que el predominio femenino daba mejor y mayor sustento al mundo, y que la estructura patriarcal implicó, en última instancia, una mengua irreparable para nuestra especie. Con El ocaso de las reinas, Alejandro Carrillo Castro vuelve a explorar los temas que le son más caros: como abogado del género femenino y como estudioso de la cultura griega, ha reelaborado el ciclo tebano –cuyas versiones más conspicuas se hallan en los grandes poetas trágicos, Esquilo, Sófocles y Eurípides–, para articular esas fuentes con otras de mayor antigüedad, como Hornero o Hesíodo, y las más tardías de Grecia, como Herodoto. Al abrevar de tantos manantiales –incluidos los más cercanos Bachofen, Frazer, Briffault, Morgan, Graves, Toynbee y Fromm–, el autor supo sobreponerse a las contradicciones inherentes a la pluralidad, y logró ofrecer en este libro una versión sintética, original, verosímil e ingeniosa, de las tramas que comienzan con la fundación de. la dinastía de Tebas por parte de Harmonía, y que pasan por la hegemonía de las reinas Nicteis, Antíope y Yocasta. Así, Alejandro Carrillo Castro hace un repaso de los gobiernos de Layo, Edipo y Creón a partir de una hipótesis de enorme valía: a la par de la maldición que pesara por tres generaciones en la dinastía tebana, habría tenido lugar la sustitución del matriarcado por la estructura patriarcal más de

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