TUMULTO / 2 ED. / PD.
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Alcanzada la edad de la sabiduría y el humor, Hans Magnus Enzensberger dialoga con el insurrecto que él mismo pretendió ser cuando las mejores cabezas de su generación congelaban la interpretación del mundo para poder transformarlo sin asomo de dudas. Las playas esperaban bajo los adoquines y el cielo se resignaba a un asalto inminente. Pero aquel joven tuvo la rara oportunidad de someter interpretaciones e insurgencias a la dura prueba de una realidad más bien escéptica. Ya en 1963 visitó con Sartre la dacha veraniega del rústico Jruschov. Y aprendió mucho. En el 66 pisaría las más remotas esquinas del paraíso soviético durante un viaje del que regresó con una mujer ciertamente tumultuosa. Hubo incluso una improbable excursión a la Camboya del atribulado príncipe Sihanouk. Después vendrían las turbulencias comuneras del 68 berlinés, que no despertaron su entusiasmo, y una larga estancia en la Cuba de la revolución estática. Allí, entre luces, sombras y calamidades, presenció la vertiente más cómica de la razón en marcha. Fueron muchas sus andanzas, y en cada una de ellas observó con mirada no siempre piadosa a las eminencias progresistas que cruzaban el camino. Pasados los años, el hombre sagaz recuerda como farsa lo que Intentó vivir como tragedia. El tumulto, sin embargo, "no fue en Vano". O tal vez sí.

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