Concatenada con el momento histórico de una sociedad provinciana en expansión, a fines del siglo XIX, e impulsada contra el fondo del próspero pueblo industrial de Pluviosilla (Orinaba) en tiempos de don Porfirio Díaz, Rafael Delgado pinta de forma magistral en La calandria, escenas y caracteres nacionales -que colorea con detallados ambientes locales-, definiendo a la novela como una calca exacta de la vida, así como la copia artística de la verdad. Utilizando un estilo castizo, apoyado en los recursos del habla popular y regional, logra un paisaje social y psicológico, que hacen de esta obra una joya de nuestra literatura.

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