# 30. Imitación de Cristo

KEMPIS, TOMAS DE
# 30. Imitación de Cristo
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Fue durante algún tiempo opinión corriente y admitida que la reforma eclesiástica la que después se llamó Reforma católica, para contraponerla a la Reforma protestante- se puso en marcha solamente con el concilio de Trento, como reacción y defensa contra la revolución luterana. Un estudio más profundo y concienzudo del siglo XV ha venido a demostrar que aquel movimiento católico de reforma tiene raíces mucho más hondas y se extiende a lo largo de la centuria precedente. Todo el siglo XV debería llamarse con entero merecimiento la época de las reformas, en plural, pues que son incontables las tentativas reformatorias, algunas con éxito, que se acometen en el curso de aquella centuria, por más que nunca se logre por entonces una completa y satisfactoria reforma eclesiástica. Por lo que toca al campo de la espiritualidad, adviértese a lo largo del siglo XIV una como fatiga de los espíritus. Los nominalistas han desprestigiado con sus excesos el papel de la razón iluminada por la fe y los teólogos de esa escuela han convertido sus discusiones en un ejercicio puramente verbal, contribuyendo así, quizá inconscientemente, a arruinar los esfuerzos de la mística especulativa. Percíbese el cansancio producido por teorías que pueden, ciertamente, agradar al espíritu, pero de cuya eficacia práctica cabe dudar mucho. Es más, algunas de entre ellas hasta conducen al error. No es de maravillar, pues, que no tarde en vislumbrarse una reacción contra la espiritualidad especulativa y se preconice el retorno a la puramente afectiva, empírica, sin arte ni sistema, que se propone dar al alma consejos apropiados a Sus necesidades más bien que escrutar los misterios de la unión mística. ¿Qué aprovecha? se preguntará el autor de la imitación la curiosidad de saber cosas oscuras y ocultas, pues que del no saberlas no seremos en el día del juicio reprendidos? Gran locura es que dejadas las cosas útiles y necesarias, entendamos con gusto en las curiosas y dañosas. Verdaderamente teniendo ojos

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