Odisea. ¿Qué lengua moderna no ha acogido, en su léxico de todos los días, esta palabra? Al leerla o escucharla, el hombre del siglo XX ve de inmediato una serie de aventuras, desventuras, correrías, esfuerzos, obstáculos, vencidos, obstáculos vencedores. Con la Odisea entra en la literatura la vida sencilla de todos los días: los afectos familiares por el hijo, la esposa, al anciano con sus compañeras a lavar la ropa. Los dioses mismos se comportan de distinta manera, Ya no luchan tan violenta ni tan directamente unos con otros como en la Iliada. Minerva y Neptuno, más sumisos, buscan en el juicio de Júpiter la solución a las disputas, en la Odisea. La Odisea se muestra a los ojos del hombre moderno como lo que esencialmente es una obra maestra. Por ello, los veintisiete o veintiocho siglos que nos separa de aquel posible ciego que la creó, no amenguan en nada del goce y lección que todo verdadero clásico reserva al lector que se le acerca abierta y desinteresadamente.

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