Crítico militante, poderoso novelista satírico, narrador con vitalidad y frescura, a “Clarín” no podemos dejar de tenerlo en cuenta para entender la evolución de la crítica en los siglos XIX y XX. Este escritor ha sido visto como un educador, no porque su trabajo lleve en sí el tono didáctico o la intención docente, sino porque son obras de pura literatura, con todos los dones, agradecidos o funestos de la vida y de la naturaleza y, por eso mismo, adoctrinadores. Para Leopoldo Alas, el elemento esencial de la crítica moderna es el “juicio de estética”, fundado en la razón y el gusto. NO le satisfacía ni la crítica impresionista, subjetiva, ni la que entonces se enunciaba como científica. Los Cientos de Clarín son inconfundibles: esencialmente sentimentales, estremecidos por una propensión a lo dramático, o más bien hacia lo tragicómico agridulce, en los que crea personajes inolvidables.

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