# 727. Tres maestros. Balzac, Dickens, Dostoiewski

ZWEIG, STEFAN
# 727. Tres maestros. Balzac, Dickens, Dostoiewski
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# 727. Tres maestros. Balzac, Dickens, Dostoiewski

ZWEIG, STEFAN

No es un puro azar el que reúne aquí en un volumen estos tres ensayos sobre Balzac, Dickens, Dostoievski, escritos en el transcurso de diez años. Una y armónica es la intención que nos anima al presentar a estos tres grandes, ya nuestro juicio únicos, novelistas del siglo XIX, como a tipos que, precisamente por el contraste de sus personalidades, se completan entre sí y elevan acaso a forma visible la idea de ese arquitecto épico de universos que es el novelista. Si digo que estos tres, Balzac, Dickens, Dostoievski, son los únicos grandes novelistas que conoce el siglo, no ignoro, al discernirles tal primacía, la magnitud de ciertas obras de un Goethe, de un Godofredo Keller; de un Stendhal, de Flaubert, de Tolstoi, de Victor Hugo, para no citar otros nombres, ni desconozco que muchas de sus novelas, tomadas aisladamente, raya muy por encima de las de Dickens o las de Balzac. Mas hay, a nuestro modo de ver; una diferencia íntima e inquebrantable entre el novelista y el autor de novelas. Novelista, en el sentido último y supremo de esta palabra, sólo lo es el genio enciclopédico, artista universal que, fijémonos en la envergadura de la obra y en la muchedumbre de sus figuras, modela con sus manos todo un cosmos; que, al lado del mundo terrenal, levanta un mundo propio, con leyes propias de gravitación, con criaturas propias y un manto propio de estrellas tendido sobre sus frentes; que sabe imprimir a cada figura, a cada suceso, un ser tan genuino, que no sólo les da relieve típico en su mundo, sino que los impone, con fuerza plástica penetrante, al mundo real, obligándonos a tomar su nombre para subrayar hechos y personas; y así, decimos de un hombre viviente que es un figura balzacquiana, un carácter de Dostoievski, un personaje de Dickens. El novelista estatuye, en el mundo de sus criaturas, una ley de vida, crea una idea de la vida, con armonía tal, que el mundo recibe por él una forma nueva. Destacar en su recóndita unidad esta ley íntima, esta formación cara

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