La obra de Tony Duvert, cuyo valor fue reconocido por figuras como Roland Barthes, René de Ceccaty, Pierre Assouline y Éric Chevillard y que permaneció olvidada largo tiempo-, ha vuelto a la escena literaria gracias a los ensayos que el escritor Gilles Sebhan le ha dedicado en los últimos años. Varias razones explican este olvido: su retiro voluntario en un pequeño poblado del centro de Francia, motivado por una gran misantropía, y -sin duda la más esencial- su defensa del "derecho de los niños y adolescentes a disponer libremente de su sexualidad". Duvert lanza así un desafío a las convenciones al asumir una postura de radicalidad, de contestación, de crítica total de las costumbres burguesas, una voluntad de deshacerlo todo y finalmente, cierto gusto por la utopía. En su novela Al morir Jonathan, Tony Duvert esboza, mediante la relación erótica entre un niño y un joven pintor, lo que fue su proyecto: crear una nueva civilización que preserve el derecho del niño a su integridad, a sus palabras y a sus placeres. Publicar este libro hoy obedece a un principio fundamental: dar a conocer una literatura que sondea las zonas más oscuras del hombre; una literatura que da cuenta de la múltiples dimensiones de lo humano, así sean las más ominosas.

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