La particular combinación de fantasía, disparate y absurdo, junto con incisivas paradojas, consiguieron convertir a Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo, en clásicos de la literatura, tanto para adultos como para pequeños lectores. En esta segunda parte, Alicia se ve envuelta en una loca partida de ajedrez. En este juego nada tiene sentido y nada es lo que parece, porque en el mundo del espejo la realidad está distorsionada. Aunque las obras de Lewis Carroll se han clasificado dentro de la literatura infantil, sus letras escapan a esta simple reducción. El poder evocador y sugestivo de las escenas retratadas no conoce edades, la aparente simplicidad del tejido narrativo esconde una compleja y rica jiribilla verbal, ingenio, problemas matemáticos y perspectivas lógico-filosóficas. Carroll juega con la palabra y recupera esa frescura, que tanto persiguen los poetas, escribiendo acerca del mundo de los sueños y la locura.