Poemario que continúa la meditación religiosa de otros de sus libros, como Maitines, y en el cual busca una poesía densa pero transparente, construida por la afectividad y la voluntad de vida, combinando la velocidad punzante del verso breve, las rimas, las sinestesias, y la irrupción del aforismo y la prosa, como en un diario lírico de la existencia. En Altares recurre a la tipografía —cursivas, mayúsculas, redondas— para diferenciar voces y niveles entregando un poemario que es una ofrenda en el altar de la vida.