ANIMA FATUA
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Ánima Fatua, la novela más reciente de Anna Lidia Vega Serova es una autobiografía disfrazada, que la escritora pretende convertir en historia ajena. La autora nacida en San Petersburgo en 1968, descorre el velo de sus orígenes y nos muestra sin atisbo de pudor alguno, los desgarramientos, los dolores viscelares, y sobre todo el desarraigo que la ha perseguido desde que fuera llevada y traída entre La Habana y Moscú. Como si su existencia hubiera sido un constante viaje entre dos culturas, dos formas de asumir vitales experiencias, identificaciones sexuales y concepciones morales, la protagonista (que tiene varios nombres: Alia, Alfa, Fanny) sufre más que vive, años de perenne desamor. No resulta difícil identificar detrás de cada página (cada velo, tal vez) a la Anna Lidia que conocemos pintando, componiendo un poema o creando historias de mujeres siempre infelices, condenadas, incomprendidas. Además de refugiarse inútilmente en esos nombres que cambian, nos ofrece sin saberlo la clave de su intención a través del título: Ánima fatua, y redondea lo que pudiera quedar de duda al utilizar una cinta de Luis Rogelio Nogueras: Las nubes de mi infancia sobreviven allá arriba. En otras palabras, las llamas ligeras y fugitivas que huyen del cadáver de Anna Lidia-niña, intentan alcanzar al avión que la trae de regreso a Cuba luego de largas y profundas heridas, pero ella, ya convertida en otra persona, termina invirtiendo las palabras de Nogueras, y nos tranquiliza con un buen final: Las nubes de mi infancia sobreviven allá abajo. Bien por Anna Lidia esta especie de exorcismo, de permitirnos acercarnos más a los orígenes de su necesaria y bienvenida capacidad de narrar historias propias o ajenas, siempre bien construidas y verosímiles.

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