El arbitraje crece en su comprensión, aceptación y utilización. En consecuencia, existe un acervo de conocimiento, de ciencia, que la disciplina arbitral ha generado, particularmente cuando ante problemas delicados, sobre todo, confluye con otras áreas. Sin embargo, puede -y debe- abarcar mucho más. El motivo: el valor que brinda. La posibilidad de trazar el perfil del órgano que evaluará y resolverá un problema, que siga un proceso diseñado como traje a la medida para atender las sutilezas del problema en cuestión, y que sacie las necesidades de las partes, es una alternativa valiosa que no ofrece ninguna otra institución jurídica. De hecho, es un caso particular de la libertad: la libertad de gestionar apropiadamente el riesgo jurídico (idea defendida en esta obra). Dicha posibilidad es la que proporciona la institución jurídica del arbitraje. Tal es el valor del arbitraje. Entendido el valor, y aceptado el principio, comienza una senda -y ésta es la que sigue esta obra-. El arbitraje en México y América Latina es el resultado de un sistema internacionalmente tejido, nutrido y seguido, cuya correcta concepción y aplicación es el resultado de una simbiosis (teórica y pragmática) entre derecho nacional e internacional. Es por ello que, desde su inicio y hasta su fin, esta obra adopta un enfoque combinado: conceptual y empírico, nacional e internacional. Y el motif es la sofisticación y la eficacia. Evidencia de ello es que los usuarios más frecuentes del arbitraje son las jurisdicciones más avanzadas y los agentes económicos más complejos. Ello no obedece a que el arbitraje sirva sólo para los problemas grandes -verlo así actualiza la falacia post hoc ergo propter hoc-. Obedece a que lo han entendido, lo han asumido y, como resultado, lo han utilizado con destreza -y con éxito- en todo tipo y tamaño de problemas.

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