El bombardeo nazi de Florencia en agosto de 1944 destruyó el manuscrito de la novela que Anna Banti había dedicado a la figura de Artemisia Gentileschi. Banti encontró en la gran pintora del Barroco (1593-1652/53), silenciada por una historia del arte eminentemente masculina, el símbolo universal de mujer luchadora y en incesante pugna por la reivindicación de su dignidad, y también una "compañera entre los escombros", una amiga imaginaria que compartía con ella la carga de una permanente desconfianza del entorno hacia sus cualidades. Así, poseída por la voz y la mirada de una mujer de hace más de trescientos años, Banti puso en pie una nueva obra, poliédrica y poética, escrita en dos tiempos y, en cierto sentido, contra el curso del tiempo y "su irreparable corriente". Un coro a dos voces: la de una mujer borrada por la Historia y la de otra que apuntala un presente en ruinas.

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