A principios del siglo XVII las monjas Ursulinas de Loudun fueron sometidas a violentos exorcismos debido a una serie de actos anormales cometidos en nombre de distintos demonios: perjurios, discursos sacrílegos, agudas contorsiones, malestares físicos, despertar de la sensualidad. En efecto esta "prolongada orgía psicológica" hizo que las endemoniadas alimentaran día a día las atrocidades de la posesión, o bien de la histeria colectiva, igualmente diabólica, nacida tramposamente con el fin de inculpar como hechicero al párroco local, Urban Grandier, quien se había negado a ser el confesor de la directora del convento, Madre Juana de los Ángeles. Los dos personajes, junto con el padre Surin, el último exorcista de la priora, son los protagonistas de un drama que conmovió a sus contemporáneos y en el que el mismo cardenal Richelieu, después de un largo desfile de autoridades eclesiásticas y civiles, tuvo que intervenir. La mitología engendrada por tales acontecimientos y la buena cantidad de documentos históricos que dan cuenta de los sucesos, han llegado a nuestros días envueltos aún por una aureola de misterio.

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