Les gusta que les hable de la determinación causal que opera a nivel atómico y cómo esto secretamente se trasforma en un plan, y de cómo es que somos marionetas de un juego insondable que de alguna manera nos juega, nos vive, nos narra. Les hablo de cómo la narración es un don, un regalo que puede traducir la palabra en cosa. El autor puede ir del grafos a lo extenso, de la imaginación a la vivencia simplemente con la palabra. Intento dar a entender cómo el verbo es generador de la realidad, cómo funcionan los ensalmos. Explico cómo entender e interpretar signos. Cómo es que el universo habla en particular con cada uno de nosotros a través del texto del mundo. Ellos creen que aprendí a leer signos yo solo, pero no estoy tan seguro de eso, dado que desde que tengo memoria siempre he tenido un ojo de hermeneuta. Y además el "yo" no existe, es simplemente una ilusión creada por ciertos juegos de palabras, metáforas vacías que nos condenan a pensar que somos algo distinto los unos de los otros. A ellos les gusta que les hable de como viajar y ser consciente de los sueños. Sobre todo, les gusta que les hable del amor, de cómo es que en esos momentos cuando el espacio y el tiempo son abolidos por la pasión y es engendrado alguien nuevo, las historias se mezclan y por instantes se abre la puerta por donde Dios entra al mundo y entonces -y sólo entonces- el universo vuelve a girar, a tener sentido. El mismo futuro es deudor de ese instante sin tiempo, de esa alquimia que mezcla su pelo y mis manos, sus ojos y mi pecho, su manera de entender la arquitectura y mis valores rizomáticos. Todo se mezcla y todo es nuevo.