Parece revelador que en una lista cuyo objeto era, visiblemente, atraer a la clientela por medio de textos igual de conocidos que Pathelin, se incluyan Las cien nuevas nouvelles como otro libro famoso en la época (escrito en Borgoña alrededor de 1462, de autor anónimo). No se puede soslayar, por otra parte, que en los versos citados se relaciona a nuestra obra, que es narrativa, con tres farsas; aunque si bien pertenecen a géneros distintos, se trata de textos contemporáneos cuya función principal era el entretenimiento a partir de toda clase de transgresiones, engaños y burlas. Ése es el objeto central de los relatos que aquí se presentan, los cuales, al igual que las farsas, nos muestran otra faceta de la literatura del Medievo: no la literatura que edifica y proporciona una moraleja, como tantas obras de la época, ni tampoco la que presenta modelos de comportamiento y reafirma los valores fundamentales de la sociedad, como la épica o la literatura cortés. Las narraciones aquí reunidas muestran una visión divertida del universo medieval y, a través de la risa, permiten dar un respiro a las reglas y restricciones de la vida en el norte de la Francia de la Edad Media. Como lo hemos dicho en otra parte, los relatos de Las cien nuevas nouvelles son historias de mujeres infieles y curas lujuriosos, de caballeros que tratan de sacar provecho de su autoridad, de comerciantes que hacen negocio hasta con las aventuras pasajeras de sus esposas, de confusiones en la oscuridad y a la luz del día, y de mofas a los valores más sagrados, desde la Anunciación, la Inmaculada Concepción y las apariciones del diablo, hasta el misterio de la eucaristía. El vendedor de libros citado antes lo había dejado claro, pues ofrecía obras para "pasar el tiempo", idea que se enarbola también desde las primeras líneas de la dedicatoria de Las cien nuevas nouvelles para definir el "ejercicio de la lectura" como uno de los "pasatiempos buenos y provechosos".