"En la ciudad debe de haber miles de narcotienditas, miles, pero la mayoría de esos lugares ya existía desde hace años, tal vez vendían solo mota y pastillas, pero lo venían haciendo desde los noventa, mayores problemas. De hecho, la mayoría que conozco empezaron así: vendiendo mota. Ahora la gran mayoría solo vende coca y pastas y muy pocas tienen mota entre sus existencias", nos dice uno de los personajes de Cocaína, la primera novela de Javier Moro (Camelot América, México, 2018). Moro ofrece una rayuela de personajes jóvenes, cuya metamorfosis oscila de ser ingenuos consumidores de cocaína al oscuro mundo de relaciones afectadas por el dinero ilegal. Desde las primeras líneas de la novela -literal, nada de metáforas- sabes que la cosa no va acabar bien; sin embargo, la forma en que Moro le da el punto final a su novela deja ese halo de satisfacción en la boca, parecida a ese ícono de thriller de alguien soplando la pólvora de algún arma recién disparada. Y como si fuera poco, la frase que el ex locutor Abel Membrillo solía decir al concluir su programa: "Y Recuerden que lo que mata no es la bala… es el agujero."

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