1970: Terry, Carl, Billy y Andrew son niños y viven en el mismo cochambroso suburbio de Edimburgo cuando se conocen en los bancos del colegio. 1980: Diez años más tarde reencontramos a los cuatro amigos, ahora ya adolescentes, en el mismo escenario miserable, haciendo novillos en el instituto, consumiendo drogas de todo tipo y convirtiéndose en protagonistas de pequeños episodios de usual violencia metropolitana: borracheras agresivas, encontronazos con los hoolingans, salvajes correrías nocturnas y las primeras experiencias torpes y violentas con el sexo. 1990: Los amigos han crecido pero no por ello han renunciado a sus malas costumbres; y, para tomarse unas vacaciones alcohólicas, tóxicas y liberadoras de sus respectivos "compromisos" profesionales -Billy ha pasado de boxear como aficionado a dedicarse a ellos como profesional, Carl es DJ y tiene un grupo de música, Terry vive de subsidio de paro, que redondea con el botín que obtiene desvalijando algunos pisos, y Andy, de vuelta de un matrimonio fallido y fichado por la policía, está ahora dramáticamente a la deriva- parten para un reencuentro a lo grande con destino a la Oktoberfest de Munich. Por fin, al alba del nuevo siglo, reencontramos a los cuatro viejos amigos, ahora ya distanciados. Carl, DJ de éxito, se encuentra en alguna parte de Australia, ni él sabe exactamente dónde. Terry, antaño máquina sexual, está irreconocible, hinchado, gordo y calvo. Billy ha colgado los guantes, ha abierto un club y se da aires de empresario. Y Andy ya no está. Se mató tirándose de un puente. Y cuando el vínculo amistoso parece roto para siempre, una llamada telefónica, la que reclama a Carl a Edinburgo al lecho de muerte de su padre, les hace reencontrarse para un ajuste de cuentas inevitable y, a su manera, catártico. Novela coral de una vivacidad lingüística extraordinaria en la cual el humor más venenoso se mezcla con explosiones de rabia y con una tristeza tortuosa.

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