Érika vive con Samuel, su hermano mayor, que parece más pequeño que ella. Siempre le está debiendo dinero. Siempre se está metiendo en líos. Siempre está soñando con más fuerza que ella con salir corriendo de casa y dejar atrás ese agujero sucio y oscuro en el que habita una ausencia de la que nunca hablan. Pero, mientras no llega ese día, ambos se las ingenian para buscar una salida. Esta vez parece que no es la típica locura de su hermano tras una borrachera. Un incauto le ha propuesto un negocio con el que sacar un montón de pasta. Es peligroso. Es demasiado riesgo. Pero cualquier cosa es mejor que quedarse sentada y seguir escupiéndole al cielo por esa suerte negra que heredó de su madre.

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