Para construir el escenario de esta novela, Rafael Olivera Figueroa no solo se vale de sus muchos recuerdos juveniles en Pachuca, sino que estudia, investiga, crea y recrea datos y conceptos, y se vale a veces de historias verdaderas, y otras de narraciones ficticias que conjuga y complementa admirablemente. De todos estos pedazos de su vida y otros más, pergeñados de libros y documentos sobre el pasado de Pachuca, se construye Confesiones de una momia, narración que por su contenido histórico se inscribe en el género de la novela histórica al estilo muy peculiar del estadounidense Noah Gordon, o mejor aún, del escritor mexicano Enrique Serna, ello sin olvidar !a existencia de buenas dosis de rasgos tradicionalistas, que mueven a los personajes de la trama entre la historia, la leyenda y la tradición popular. A todo lo anterior se suma la amenidad subyugante del muy particular estilo de Rafael Olivera Figueroa, ampliamente conocido por quienes hemos leído sus ya casi veinte obras entre novelas y ensayos. Tiene pues, amable lector, en sus manos, no un libro más de Rafael Olivera Figueroa, tiene usted en sus manos un pedazo de la vida del gran novelista pachuqueño; un pedazo de la historia de este jirón de la patria, que hundido en la oquedad de las montañas, es en esta obra, tierra de recuerdos, de imágenes, de sonidos, de sabores y aromas, la tierra que vio nacer a Rafael Olivera Figueroa, y la que nunca olvidará a quien la inmortalizó en novelas como esta.