No fundó ninguna religión; fue sólo un reformador político, cuya tendencia se manifiesta en los libros que él y sus discípulos dejaron escritos. Confucio predicaba que los antiguos principios de la China que deseaban desarrollar y poner en claro en sus Estados el principio de la razón, que recibimos del cielo, se proponían ante todo gobernar bien sus reinos, procuraban ante todo poner en buen orden sus familias; los que deseaban enderezar su alma, procuraban tener puras y sinceras intenciones; los que esto deseaban, se empeñaban, sobre todo, en perfeccionar cuanto más podían su conocimiento de la moral; consiste en penetrar y profundizar los principios de las acciones. Su fórmula parecía ser virtud por la virtud y esa virtud la dividía en cuatro virtudes que podríamos llamar cardinales: sinceridad, benevolencias, piedad filial, y propiedad. Erróneo es decir que la religión de la China es el confucianismo, falsa religión que se ha desarrollado muy posteriormente, en forma completamente independiente de la doctrina legada en sus libros por el llamado Sabio por excelencia.