Desde que Cass vio aquel coche en el bosque, no parece estar viviendo el mejor momento de su vida. Era una noche de tormenta y lo conducía aquella mujer. La misma mujer que fue asesinada. No hay forma de quitárselo de la cabeza. ¿Qué podría haber hecho ella realmente? Si se hubiera parado para ofrecer ayuda, seguro que hubiese acabado lamentándolo. Además, si su marido llega a descubrir que había roto su promesa de no volver a casa por el atajo, lo habría puesto muy furioso. Pero el caso es que desde aquella noche, nada ha vuelto a ser igual. Se olvida de las cosas. ¿Dónde estacionó el coche? ¿Se tomó sus pastillas? ¿Cuál es el código de la alarma? ¿Por qué motivo compró un coche de bebé, si ella no tiene hijos? Sólo hay algo que no puede olvidar. A esa mujer. La misma a la que podría haber salvado. Tampoco es capaz de alejar ese sentimiento de culpa que la está volviendo loca. ¿Y qué hay de esas llamadas que recibe, o esa angustiosa sensación de que la vigilan?

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