Es la historia más vieja del mundo, la de un desastre medioambiental y una tecnología que nos salva. La hemos repetido como un mantra desde el principio de los tiempos porque hasta ahora se ha revelado cierta: somos el animal más peligroso de la sabana y hemos vencido a las bestias, a las tormentas y a la enfermedad. Pero la estrategia evolutiva que nos ha mantenido vivos desde el inicio de nuestra existencia nos empuja ahora al borde de la extinción. Estamos tan atrapados que ya nos parece inevitable. No es un problema técnico. A nuestro alcance hay soluciones para frenar el calentamiento global. Pero las grandes tecnologías de nuestro tiempo no pueden ayudarnos a gestionar la crisis climática, porque están diseñadas con otro objetivo muy distinto: gestionarnos a nosotros durante la crisis climática.

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