Seguramente Chirbes no quiso salvarnos de esa parte nuestra de maldad que tanto nos duele: ni era un ingenuo ni tenía alma de redentor. Pero si en el presente o en el futuro alguien quiere comprender lo que fue la España de finales del siglo XX y comienzos del XXI, deberá leer Crematorio, un extenuante y maravilloso torrente de personajes y temas que atrapa y zarandea sin piedad. Leerlo es reír y llorar, indignarse y conmoverse, porque su escritura -siempre en esa excepcional y canónica primera persona que manejaba como nadie- es lo más parecido a la revolución que tanto soñó y que nunca se cumplió. Nada queda impune o ignorado: la corrupción, las relaciones familiares, la especulación inmobiliaria, la gastronomía, el paisaje, el sexo, la emigración, la amistad, la enfermedad...

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