Usted dirá, una antología con doce escritores, cómo pueden coincidir tantos en un libro y cómo pueden tolerarse los unos con los otros; seguramente nos imaginará a todos reunidos en un apartado y oscuro rincón de una cantina en la parte vieja de la ciudad, donde los jipíes viejos y jóvenes de largas barbas escuchan Amor de cabaret, beben cerveza, mastican cacahuatitos salados y rancios, a la vez que avientan una verborrea existencial que es por demás fútil e inservible, mientras que las chicas buenas pero malas nos miran con extrañeza. Pues no, esa pose creemos es por demás aburrida y decadente, los que aquí escribimos somos antiposes intelectuales, orgullosos, alcohólicos, perversos, bipolares, solitarios, neuróticos, más comunes que corrientes y espléndidamente pesimistas; pero coincidimos en la palabra, en la indecencia y en la mentira. Es por eso que estamos reunidos, escribimos, decimos y nos dejamos encuerar y leer que es lo mismo, así somos.