Nada parece faltarle a Cyrano de Bergerac: valentía en los combates, ingenio en las disputas, fortaleza en sus ideales y una bondad infinita. Sin embargo, algo le sobra: su enorme nariz, que afea su apariencia e impide su conquista más preciada, la bella Roxana. Edmond Rostand toma la Francia del siglo XVII como marco de su obra teatral y, por medio de Cyrano, personaje histórico y legendario, escenifica el eterno conflicto entre la belleza exterior, engañosa, y la interior, que no siempre basta para alcanzar la felicidad.

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