"El proyeccionista de la SG ya tenía colocados los dos primeros rollos de la película que iba a supervisar. Pero minutos antes de las ocho llegó un empleado con cinco latas de películas en los brazos, el señor secretario bajaría a verlas. Me quedé en la cabina de proyección y por las ventanillas vi entrar a la sala, apresurados y con los trajes arrugados que indicaban que no se los habían quitado desde el día anterior, al secretario y a otros funcionarios, así como al cineasta Servando González. Don Lino echó a andar el proyector y dio principio la matanza de Tlatelolco con todos sus detalles, desde la famosa luz de bengala hasta una panorámica final de la Plaza de las Tres Culturas sembrada de seres humanos. Toda la acción estaba tomada desde diferentes ángulos con no menos de diez cámaras que habían sido emplazadas en lo alto de los edificios desde la mañana anterior. Qué curioso, ¿no?"