Si estoy en lo que creo, la desfiguración que entraña toda lectura debería revelar la "biocultura" en la que acrítica y plácidamente todos estamos, en mayor o menor medida, asentados. El lector debería poder notar a lo largo de estos textos el pertinaz propósito de evidenciar el legado de una ideología humanista que -es menester reconocerlo- nos ha condenado y salvado por igual, pues sin su respaldo -he aquí la terrible paradoja y el salomónico consuelo- es muy probable que, en tiempos tan necios, la lectura hubiera perdido todo el valor que aún atesora en aras de otros sucedáneos más catárticos. Dicho de otro modo, ahora con palabras más cercanas a Paul de Man, lo que llama poderosamente la atención -y vaya si lo hace- es la conspiración orquestada por una traición avenida en silenciar y reprimir las consecuencias de un hecho aparentemente tan simple como el que sigue: que la literatura está hecha de palabras.