El sacrificio de La mutilación genital que Kadi experimentó tan pronto en su tierna infancia ha venido realizándose en muchas partes de África durante siglos, incluso antes del advenimiento del cristianismo y del islam. La práctica de la mutilación genital femenina es tradicional, endémica y está culturalmente unida a muchas comunidades de África. Esta práctica va en detrimento de la salud de las mujeres y las niñas, que la aceptan sin discutir la autoridad y la base de su origen. Las mujeres de zonas en las que esta práctica es endémica han guardado celosamente sus secretos y están dispuestas a matar a aquellas mujeres que intentan destacar los riesgos sanitarios que impiden una participación activa de la mujer en el desarrollo de la familia, la comunidad y el país. La historia de Kadi es característica de toda niña que vive en una comunidad en la que ser querida, casarse y disfrutar de alta estima implica estar genitalmente mutilada. El no haber sido sometida a la operación conduce a la persecución, al ridículo, a los malos tratos, al trauma y al eventual ostracismo de la propia comunidad. La actitud de la mujer que lleva a cabo la ablación, buankisa, es característica del tipo de mujer que cree firmemente que hace a Kadi un gran favor al convertirla en una chica casadera. El único papel noble para las niñas africanas en ese ambiente es el matrimonio y la eventual procreación de niños, que se convierte en un activo para ella y para la comunidad.