La época que comprende este volumen de los Diarios está marcada por un trascendente punto de inflexión en la vida de Kierkegaard. El acontecimiento que marca un antes y un después ocurrió en la noche del 8 de agosto de 1838, cuando su padre Michael Pedersen Kierkegaard falleció a la edad de 84 años. La muerte de su padre supuso un reencuentro con él, pero en especial con el rumbo de su propia vida. Ese acontecimiento hizo que en él maduraran muchas ideas. Deseó entonces reconciliarse con el mundo: trabajó de manera intensa en su tesis Sobre el concepto de ironía para obtener el grado de Magister, se debatió internamente en la idea de formalizar su compromiso con Regina Olsen, considerando para su futuro una vida más normal dentro del matrimonio y como pastor luterano. También en esta época, a finales de 1838, Kierkegaard asiste al curso de invierno sobre filosofía moderna de Hans Lassen Martensen –quien ocupaba la cátedra del difunto Moller–, un curso que resultó ser inmensamente popular entre los estudiantes de la universidad. Junto con Heiberg, Martesen se había convertido en un exitoso impulsor de la filosofía hegeliana. A partir de entonces este joven teólogo, casi contemporáneo de Kierkegaard, representó para nuestro autor el ejemplo vivo de la especulación que está imposibilitada para responder la pregunta fundamental de la filosofía: ¿Qué significa existir?