«El mundo arde en nuestro interior, no fuera de nosotros». Richard Hieck, auxiliar de investigación en el observatorio astronómico y aspirante a doctor en Matemáticas, lleva grabadas a sangre y fuego estas palabras que su padre –ser misterioso y siempre ausente– le dijo cuando era peque­ño, palabras que cifran un enigma al que este científico, enamorado de la claridad y la solidez de las matemáticas, es incapaz de sustraerse.

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