En la primera parte Mefistófeles recaba permiso de Dios para tentar a Fausto, que no encuentra sentido en la ciencia humana. Salvado providencialmente del suicidio, el viejo sabio firma con la propia sangre un pacto-apuesta con el diablo. En la segunda parte prosigue el deambular del hombre. Mefistófeles pierde finalmente la apuesta. La gracia y el amor diversos salvan a Fausto.

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