FEBRERO DE CAIN Y DE METRALLA. LA DECENA TRAGICA

SABORIT, ANTONIO
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SABORIT, ANTONIO
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LA SUCESIÓN DICTATORIAL DE 1911: Si la revolución de 1910 ha de ser eficaz en algo, debe producir irremisiblemente un gobierno mejor que el autocrático del general Díaz. Pero ya hemos visto que D. Francisco Madero, cegado por la ambición o enloquecido por un falso concepto de la propia grandeza, ha creído que el país se alzó en armas y se inundó de sangre y se expuso a todos los riesgos que desde hace un año lo acechan desde las márgenes del río Bravo, tan sólo para que él, Madero, se instalara en el viejo palacio virreinal y se ungiera dictador... SOBRE LAS REVOLUCIONES: Cuando se proclamó la revolución de 1910, la que aún no concluye, mucho ofrecieron los caudillos al pueblo, movidos por su optimismo y mucho esperó el pueblo de ese movimiento, en virtud de su ignorancia. Triunfó en parte esa revolución, pues se consiguió derrocar al gobierno consuetudinario que nos regía y tomaron las riendas del poder hombres que surgieron de la misma revolución, mezclados con algunos que quedaron como residuos del poder vencido. Nada han podido cumplir de sus promesas, no por falta de voluntad, sino de posibilidad, teniendo que consagrar sus fuerzas, de toda preferencia, a su propio sostenimiento, pues el suelo no ha dejado de trepidar bajo sus pies, en una espantosa convulsión seísmica. LA GÉNESIS DE LOS CUARTELAZOS: Al cabo de cerca de medio siglo, ya es tiempo de reconocer que si el ejército federal consumó el golpe definitivo, toda la sociedad mexicana de entonces celebró con júbilo la caída del régimen maderista. A cien años de la Decena Trágica, el historiador Antonio Saborit interroga a la opinión pública de entonces para entender cómo fue posible que el primer movimiento revolucionario del México contemporáneo se hundiera estrepitosamente.

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