Pocos recintos deportivos y de espectáculos en nuestro país podrán jactarse de haber alcanzado los 75 años de existencia, edad a la que ha arribado el Hipódromo de las Américas. Por su pista se ha observado a caballos a todo galope; en él se han dado cita millones de personas; unas conocedoras, expertas en la lectura del programa de carreras, en la visualización física del caballo que puede hacer valer los momios o de aquel equino que, montado por un experimentado jockey, puede romper la tarde y "hacer la chica"; otras, simplemente amantes de la belleza equina, disfrutan de un espectáculo familiar diferente y único en nuestro país. Y si lo cuantificable es imposible de precisarse, más aún lo es lo intangible: las alegrías alcanzadas por caballistas, criadores, jockeys y público en general en el momento en el que el brioso animal cruza la meta llevándose el triunfo en una gran carrera

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