ha movido con soltura y maestría, tanto en la novela como en el cuento policiaco, entre armas, prostitutas, hombres vengativos y celosos e hijos histéricos. Dueño de un estilo a cual más particular, convierte temas sórdidos en un desfile de excentricidades donde la marginalidad se presenta como escenario, tanto para ricos como para pobres, y el deseo no deja de hacer eco y convertir a sus personajes en esos sujetos a los que vemos a través de la rendija que nos separa de la locura. En estos vertiginosos relatos, claro ejemplo del "divertido salvajismo" de Fonseca, esos locos nunca se rinden: podrán animar una función de circo, procrear con mujeres de todas las razas, seducir a los árboles o volverse ladrones pudorosos, pero nunca se resignarán a vivir sedados en la forzosa paz de un manicomio. No es un retrato de algo que sucedió en la vida de alguien, sino retratos de la vida de varios personajes. Locos, en su gran mayoría. Rubem Fonseca, uno de los más prolíficos y reconocidos autores brasileños de nuestro tiempo, se ha movido con soltura y maestría, tanto en la novela como en el cuento policiaco, entre armas, prostitutas, hombres vengativos y celosos e hijos histéricos. Dueño de un estilo a cual más particular, convierte temas sórdidos en un desfile de excentricidades donde la marginalidad se presenta como escenario, tanto para ricos como para pobres, y el deseo no deja de hacer eco y convertir a sus personajes en esos sujetos a los que vemos a través de la rendija que nos separa de la locura. En estos vertiginosos relatos, claro ejemplo del "divertido salvajismo" de Fonseca, esos locos nunca se rinden: podrán animar una función de circo, procrear con mujeres de todas las razas, seducir a los árboles o volverse ladrones pudorosos, pero nunca se resignarán a vivir sedados en la forzosa paz de un manicomio.

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