Esta obra, segundo tomo en el que Perrés abordó el tema de la institucionalización del Psicoanálisis, nació póstuma. No más de sus palabras al respecto, sólo su silencio que se hará presente cuando la lectura nos sugiera un énfasis; cuando motive una anotación. Silencio suyo, presencia al fin, que acompañará a cada frase a lo largo de una lectura que perseguía un propósito claro que no era sino lo que constituía su vocación más arraigada: inquietar. En estas obras Perrés se lanzó, decidido, a una empresa de investigación cuyas conclusiones, como él mismo dijera, sólo pueden ser provisionales. Y no otra cosa cabría esperar de un espíritu tan exigente. No obstante, y a pesar de tratar un tema tan específico, el ambicioso ejercicio de pensamiento en el que se comprometió, aporta consideraciones de orden teórico, metodológico y epistemológico, que alcanzan a las ciencias sociales todas, entre las que él contaba al propio Psicoanálisis. No se trata, pues, de una visión psicoanalítica de un proceso tan complejo como lo es el de la institucionalización del Psicoanálisis, sino, más bien, de la incorporación de ésta como parte de las miradas de múltiples disciplinas que habrán de complementarse para dar cuenta de ello.