Cuando Caroline y Francis reciben una oferta para intercambiar su casa no lo dudan. Se están esforzando en recomponer su matrimonio y una semana a solas puede ser justo lo que necesitan. Al abrir la puerta se encuentran con un lugar algo siniestro y casi vacío. Resulta difícil imaginar quién podría vivir allí. Sin embargo, gradualmente, Caroline comienza a descubrir algunos rastros de vida..., de su propia vida. Las flores del baño o la elección de los CD de música podrían parecer inocentes a los ojos de su marido pero para ella son justo lo contrario: son pistas. Es como si la persona con la que han intercambiado vivienda fuera alguien a quien ella conoce, alguien a quien quiere olvidar. Pero esa persona ahora está en su casa...

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