«Cuento los imperios que he visto derrumbarse a lo largo de mi vida. [...] Queda el mío, mi imperio de sesenta y cuatro casillas»..

El campeón del mundo de ajedrez Alexánder Alekhine, ruso nacionalizado francés, juega las partidas del mismo modo en que vive su vida: de victoria en victoria, de continente en continente.

En septiembre de 1939 se embarca en Buenos Aires rumbo a Europa junto a su mujer y el trofeo que, siendo un adolescente, recibió de manos del zar Nicolás II. El hombre al que el compositor Harold Schonberg describió como «más inmoral queRichard Wagner y que Jack el Destripador» no tiene otra preocupación que la revancha que lleva años negando a su eternorival, el cubano Capablanca. Sin embargo, en París le espera una carta llamándole a filas, mientras que el Reich le ofrece crear una escuela de ajedrez para las futuras generaciones alemanas.

Cuando todo puede aún decidirse en el tablero, el genio del ajedrez toma una resolución que lo convertirá en rehén de los nuevos dueños de Europa y colaborador de Goebbels. Poco a poco, las piezas de su propia jugada maestra (su esposa Grace y Spielmann, Rubinstein, Przepiórka: los grandes maestros judíos perseguidos, antaño sus mejores rivales) irán cayendo una tras otra.

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