Es en este difícil contexto donde caen Roberto, Silvia y Juan. Ellos son jóvenes mexicanos de la actualidad, Siglo XXI, protagonistas de EL RETORNO DE QUETZALCÓATL y de EL ASCENSO DE TEZCATLPOCA, que ahora, arrastrados por los remolinos del tiempo y los diferentes túneles y puertas interdimensionales, caen en aquella convulsa época. Hay una enorme sequía en el Anáhuac. El hechicero Copil, en una cueva, ha sacrificado cientos de niños pequeños robados a sus madres para traer la lluvia. Pero no llueve. El maíz está seco y el hambre y la enfermedad diezman al pueblo. Persuadidos por Fray Bernardino de Sahagún, estudioso de las antiguas costumbres y antiguas deidades, los jóvenes buscan al dios Huitzilopochtli, el único capaz de detener la matanza y tortura de los infantes. No será nada fácil, pues Copil cuenta con la ayuda de una diablesa europea, Lavinia Mephisto y de dos espíritus inmundos: Fulcas y Naton. Un joven espadachín de esta época, el Marqués de Fuentedoro, gran guerrero, ayudará a los adolescentes a parar el asesinato masivo de niños. Será una lucha difícil que se desarrollará tanto en el plano físico como en el espiritual. Lo mismo sonarán las espadas que los exorcismos contra diablos malignos. Huitzilopochtli, el dios protagonista de esta novela, luchará con todos sus poderes de luz y sol para salvar a las pequeñas víctimas.