Cuando hablamos de Leonardo da Vinci todos tenemos en mente la idea de genio, pero solo cuando estudiamos su figura en profundidad podemos comprender hasta qué punto lo era. Arquetipo del hombre del Renacimiento, mostró un talento sin límite en cualquier parcela de conocimiento que abordase. Y aunque la pintura es su faceta más conocida, no podemos dejarlo confinado a ser un gran pintor porque su excelencia intelectual era de tal envergadura que resulta inabarcable. En su prolífica carrera, fue un práctico urbanista que diseñó ciudades y construyó puentes; fue un exquisito y perfeccionista dibujante de botánica y anatomía; se adentró en materias como la geología, la paleontología, la óptica o la astronomía. Su tremenda curiosidad lo convirtió en inventor, unas veces al servicio del poder, fabricando armas de guerra nunca vistas; y otras, en beneficio de la humanidad, con máquinas de todo tipo (e incluso sueños nunca cumplidos: unas alas para volar). Fue matemático, arquitecto, músico, escenógrafo, escultor y, sí… también fue pintor. Y todo ello lo dejó escrito en sus hipnóticos manuscritos de letra apretada y especular que hoy siguen asombrando al mundo. Nadie mejor que el autor, Alberto Jiménez García para comprender a Leonardo. El carácter de moderno renacentista de este licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas le ha llevado a adentrarse tanto en radio, como en prensa, en el mundo de la edición o de la escritura. Ha publicado el libro de relatos breves Por favor, no se corté (Editorial Generación Espontanea, 2016), ha traducido del inglés la Guía de venenos mortíferos de Agatha Christie y ha escrito el libro Grandes genios de la historia (ambos de editorial Libsa, 2018).