Ambientada en una Sevilla de misteriosos claroscuros y animada por una galería de personajes enigmáticos y ambiguos, La lógica del vampiro impulsa vigorosamente la prosa de la autora en su aguda y sutil descripción de las relaciones humanas y en el desvelamiento de los escurridizos territorios del sentimiento. La narradora y protagonista recibe un escueto telegrama que le comunica la muerte de su hermano Diego. Conmocionada, viaja a su Sevilla natal para ocuparse de las exequias, pero nada ocurre como era de esperar: tal vez su hermano no ha muerto y el telegrama ha sido producto de una mente extraviada, tal vez Diego sólo pasa unos días en una casa de campo. Así, por lo menos, se lo aseguran Mara, una chica que mantuvo relaciones amorosas con Diego, y Alfonso, un hombre enigmático que ejerce una inquietante influencia en el grupo de amigos. ¿Quizá tenga razón Pablo, un viejo amigo, cuando afirma que Alfonso se sirve de poderes maléficos para destruir a quienes le rodean? ¿Y que la muerte de Diego ha sido consecuencia de esa terrible influencia? ¿Cómo explicar si no el extraño comportamiento de Teresa, la mujer de Alfonso, y de Sonia, una chica que vive al amparo de Alfonso y dedicada vanamente al arte pianístico? Muy pronto la narradora se siente misteriosamente atraída por Alfonso, atrapada en una fascinación inexplicable... ¿Hechizo? ¿Posesión? ¿Alucinación? En todo caso, el secreto último de los personajes, tan invisible como presente en cada uno de sus actos, se eleva por encima de la mera intriga y se abre a una rara y sugerente poesía del alma humana.

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